domingo, julio 24, 2005
Una simple mirada
Cuán poco acostumbrados estamos a leer el lenguaje corporal a pesar de siempre estar recibiendo y enviando mensajes de forma inconsciente. El movimiento de las manos, los brazos, las piernas, los gestos, la forma de pararse, la forma se sentarse, la mirada y así cuantos otros. Si uno aprendiera un poco más este lenguaje podría por ejemplo saber perfectamente cuando una persona es sincera o por el contrario está mintiendo, a menos que sea un experto conocedor de este lenguaje y pudiera controlar de forma consiente su cuerpo.
Pero que sucede cuando no puedes controlar tu cuerpo, cuando este no puede expresar al exterior lo que estás pensando o deseas transmitir, en estas circunstancias es cuando uno reconoce el poder de la mirada, la cual pareciera ser una ventana a abierta al alma de las personas que revela lo más intimo de cada uno. La mirada puede reflejar la angustia, la alegría, el asombro, la duda, el miedo, la tristeza, el dolor, la calma y cuantos otros sentimientos y estados de ánimo.
Mi hijo Diego no tiene el don de controlar su cuerpo y con suerte nos regala en algunas ocasiones, por unos breves instantes, una mirada. Una mirada que pareciera ser simple y sencilla, pero en realidad es compleja e infinita, en la cual busca transmitir todo aquello que calla y guarda en su interior. Es como un grito de desahogo para él y para nosotros, un grito que se podría resumir a pesar de su complejidad en una simple frase “yo también los amo”.
El lenguaje de la mirada es poderoso y cautivante, pero silenciado por el lenguaje hablado y de los gestos. Aprender un poco de el puede ser un poderoso complemento para comunicarnos de mejor forma.
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