jueves, febrero 01, 2007

La cultura también discrimina.


Las expectativas iniciales señalaban que debía ser un paseo agradable y simpático, que nos permitiera escapar por algunos minutos de la monótona rutina aprovechando los días de vacaciones que nos regala el mes de Febrero. Con esta idea partimos junto a Sandra y Diego a conocer por primera vez el Palacio Vergara el cual se encuentra ubicado en el mismo recinto del Anfiteatro de la Quinta Vergara, donde se alberga el museo de Bellas Artes de la ciudad Jardín,. Era un día agradable ya que la temperatura no era sofocante como en días anteriores, además de un entorno propicio por los amplios espacios y un ambiente muy placentero decorado por el hermoso paisaje.

Se impone ante nuestros ojos le hermosa arquitectura de estilo veneciano y luego de tomar las fotografías de rigor nos aprontamos a ingresar, pero lamentablemente nos encontramos con los primeros obstáculos ya que los arquitectos de comienzos del siglo XX no eran muy visionarios y no contemplaron en su obra un acceso fácil para personas con algún impedimento para desplazarse, seguramente en aquellos años al igual que hoy la discapacidad no era un tema para preocuparse. Pero al ser un edificio de acceso público pensé ingenuamente contemplaría alguna alternativa que facilitara el ingreso, por ello me acerque amablemente al guardia para consultarte por una entrada para discapacitados para poder ingresar de forma más fácil con el coche de Diego, quién a estas alturas disfrutaba merecidamente de un restaurador sueño luego de las extenuantes sesiones de terapias. De forma diplomática y parca el guardia me señaló que el ingreso era sólo por las escaleras y como argumento me contó que todas las personas ingresan con sus coches por ahí, sin embargo no me quise dar por vencido e insistí nuevamente ante lo cual me señaló que podría existir una alternativa pero era un camino muy largo ya que debía dar la vuelta por casi todo el edificio, además el tendría que tener el tiempo para poder ir abrir la puerta y antes de darme la oportunidad para aceptar el ofrecimiento dio media vuelta sin esperar respuesta. No fue una situación agradable, pero no podíamos permitir que de forma tan fácil una persona poco agradable nos destruyera de golpe nuestro panorama, así con la ayuda de Sandra sorteamos el primer obstáculo y logramos llegar hasta la entrada, es resto debería ser mucho más fácil.

Me aproximo a la encargada de la boletería, una señora de genio bastante parco, para cancelar las entradas cuando me informa que no está permitido el ingreso con coches ya que las ruedas de éstos dañan el fino y muy bien cuidado piso. Conversé con mi yo y me dije “vaya, parece que el estereotipo de los encargados de estos recintos es ser parco y poco amenos, seguramente se debe a la frialdad y amargara que durante años han encerrado las paredes de estos edificios, las cuales ellos absorben inconcientemente”. En vano traté de explicar mi situación entregando como argumentos sólidos que cargar 12 kilos de peso en brazos no es algo menor, que Diego estaba descansando y no era humano interrumpir su sueño, que me explicaran como lo hacen con personas en sillas de ruedas. Ningún argumento era válido, ellos de forma intransigente y fieles a las órdenes dadas habían señalado claramente las reglas las cuales podía aceptar o de lo contrario dar la media vuelta y regresar por el mismo lugar por el cual ingresé. Con Sandra discutimos brevemente sobre que hacer pero los ánimos ya no eran los de un comienzo, sin querer estas personas nos arruinaron nuestro paseo y de paso nos hicieron ver que la discapacidad conlleva discriminación, esa es la cruel y sencilla realidad, nuestra sociedad más allá de los días de euforia, lástima colectiva y generosidad ocasional de la Teletón no acepta y comprende la discapacidad.

Al final optamos por ingresar cargando a Diego en nuestros brazos y dar un recorrido rápido sin poder disfrutar y contemplar con el debido tiempo las obras que teníamos ante nuestros ojos. Nos quedamos con la satisfacción de conocer el lugar y poder disfrutar en parte de aquel que sería un hermoso paseo familiar. Ojala aquellos instantes digitales que alcanzamos a tomar capturen en parte aquella esencia de belleza que nos fue privada.

Por nuestra parte tenemos más que claro que por sencillas que parezcan las cosas en esta vida para nosotros la vara siempre estará algo más arriba, sólo le pedimos a Dios nos ayude a tomar impulso suficiente para poder saltar cada valla que encontremos en este largo y a veces agobiante camino.