Dicen que la necesidad es la madre de la inventiva, y esta afirmación tiene mucho de cierto ya que cuando estamos en aprietos o nos vemos enfrentados a algún desafío brota de nuestro interior ese ‘giro sin tornillo’ que cada uno lleva. En ocasiones me cuestiono y trato de imaginar el origen de algunas cosas o costumbres que para nosotros son lo más normal, pero que en algún momento tuvieron su origen pues alguien fue capaz de ver un poco más allá y buscar un nuevo uso a las cosas, ya sea por una necesidad o por simple curiosidad.
Según he investigado el arado surgió en el año 3.500 antes de la era cristiana en las civilizaciones del Oriente Medio (que novedad!!!) y se ha mantenido en los campos de nuestras tierras hasta el día de hoy. En algunas latitudes seguramente estarán a la vanguardia tecnológica con un arado muy sofisticado con un alto rendimiento por hectárea, y en otras en cambio estarán haciendo usó de procedimiento mucho más artesanales como por ejemplo el empleo de algún animal para su tracción.
Dónde y cuándo habrá nacido la idea de que un simple disco de arado sirve para cocinar unas sabrosas carnes, lo más probable es que nunca se sepa, pero el por qué yo ya me lo imagino. Me parece estar presenciando a un grupo de exhausto campesinos que luego de terminar una larga y agotadora jornada de trabajo decidieron distraerse y pasar un buen momento degustando un apetitoso trozo de carne, acompañado de un embriagador vino tinto amenizado con sabrosas anécdotas. Ellos, seguramente a falta de la tradicional parrilla no encontraron nada mejor que sacar un disco del arado y utilizarlo como perfecto hornillo, para luego celebrar junto al fogón.
A estos genios de ocasión creo yo debemos dar gracias los adeptos de esta noble tradición, pues nos han dejado como legado una receta que se agradece. Nada más que decir simplemente salud !!!