
Si me dieran a elegir
Entre diamantes y perlas
Yo elegiría un racimo
De uvas blancas y negras.
El ciego con una copa
Ve chispas y ve centellas
Y el cojo de nacimiento
Se pone a bailar la cueca.
…”
Me imagino que cuando el gran antipoeta Nicanor Parra escribió estas coplas debe haber estado muy bien acompañado de una coqueta copa de vino tinto o agasajando alguna parra de la cual prendía un prometedor racimo de uvas negras, agradeciendo anticipadamente al campesino anónimo que se encargaría de su cosecha. Si no fue así, no logro entender como se inspiró para escribir memorables coplas.
A buena edad creo yo vine a conocer el verdadero placer de deleitar este sabroso producto que nos regala la parra, pues recuerdo que por mucho tiempo el vino no formaba parte de mis bebidas favoritas ya que no le encontraba mayor placer en beberlo. No recuerdo el momento en que mi parecer comenzó a cambiar, seguramente coincide con alguna grata experiencia que me regaló alguna copita de vino degustada en algún tiempo pasado. Producto de mi indiferencia inicial probablemente tampoco comprendía al borrachito que se aferra cada fin de semana a esta maldita pero fiel compañía que seguramente le ayuda a olvidar las penas que le entrega día a día esta difícil vida, ya que para ser franco debo reconocer que efectivamente con algunas copitas en el cuerpo, asumiendo que se tiene la debida cultura alcohólica para beber como recuerdo nos señalaba en la enseñanza medía un profesor de Química que en más de una ocasión vimos dando tumbos y pasos en falso, uno se pone algo más alegre y logra ver la vida desde otra dimensión, donde los problemas son más intangibles y lejanos.
Mientras escribo este post vienen a mi mente recuerdos de gratos momentos en la compañía de queridos amigos o familiares, donde se amenizaba una agradable conversa o se acompañaba una abundante comida con una buena copa de vino tinto. Recuerdo por ejemplo una memorable bendición que duró toda una tarde, la cual empezó muy formal y solemne pero luego de unos minutos, cuando quedaron las personas de más confianza, se transformo en una verdadera fiesta donde la mayor distracción era descorchar botellas, contar chistes y compartir con los amigos, fue como una catarsis gatillada tras celebrar la culminación de una titánica tarea. Mucho más fresco en mi mente está una comida realizada en casa de mi madre recientemente donde en sociedad con mis cuñados disfrutamos de unas buenas botellas de vinos, reímos nuevamente de unos chistes y recordamos una que otra anécdotas, lo cual nos ayudó para descargando algo de stress, recargar energías y disfrutar de la vida en familia.
De seguro en el futuro cercano se presentarán nuevas oportunidades para descorchar alguna botella que esté esperando su momento por ahí guardada ya que no faltará la excusa para sacar el primero corcho. Por ello me comprometo desde ya a que el primer salud será por don Nicanor Parra en agradecimiento a sus coplas.