viernes, agosto 19, 2005
Los secretos del mejor pan amasado
La receta del pan amasado dice que se debe juntar un kilo de harina con 2 tazas de salmuera tibia y unos 300gr. de manteca derretida, y luego agregar la levadura para que suba y se logre una buena consistencia. Una vez juntos todos los ingredientes se procede con el trabajo de sobar la mezcla con las manos, lo cual requiere de paciencia y fuerza, hasta llegar a obtener una suave bola de masa. Terminada esta primera etapa de elaboración se continúa con la formación de pequeñas bolas del tamaño de un puño, las cuales posteriormente serán aplastadas con la palma de la mano para dar la forma circular tan característica del pan. Finalmente se pincha con un tenedor y se deja reposar por algunas horas para dejar que la levadura haga su trabajo.
Transcurrido un tiempo prudente se continúa con el trabajo de cocción de la masa, llevando los panes al horno. Cada ciertos minutos se controla el avance para evitar que en lugar de pan obtengamos carbón.
Todo parece muy simple y a primera vista cualquier persona pudiera hacer un buen pan, con el cual degustar por ejemplo un rico pebre o acompañarlo simplemente con margarina, pero la realidad muchas veces dice otra cosa. Desde mi punto de vista hay 2 secretos, que desde este momento dejarán de serlo, que hacen la diferencia entre un pan amasado y un ‘PAN AMASADO’. El primero es que debe ser asado con el calor natural de la leña, para que sea impregnado con el aroma del humo y tome un sabor muy especial. El segundo, es que debe ser amasado por manos expertas que sepan transmitir ese cariño especial con el cual se prepara.
A Dios doy gracias que mi madre hace un pan riquísimo, y la razón se debe a que combina a la perfección los dos secretos que he señalado. Para ella esto significa todo un sacrificio ya que no puede hacer esfuerzo físico alguno, por ello cada vez que por esas coincidencias de la vida me recibe con unos calientitos y apetitosos panes, primero viene la reconvención y seguido los merecidos agradecimiento. Más de algún hermano se enoja cuando ve que ha incurrido en una desobediencia a las indicaciones médicas, pero luego callado se deleita degustando el pan.
A diferencia de muchas personas mi preferido no es el pan grande, esponjoso y con el dorado justo, sino que por el contrario es aquel pan flaco y en lo posible algo quemado. Recuerdo las veces que mi madre se amargaba cuando según ella el pan no quedaba bueno, sin poder entender que para mi y mi hermana Isabel eran los preferidos.
Es muy difícil que en mis siguientes visitas a mi querido Olmué mi madre pueda esperarme con un regaloneo de este tipo, por ello sólo me queda ilusionarme con que alguna de mis hermanas trate de hacerle el peso y me reciba con unos panes preparados con la receta aprendida de mi madre.
sábado, agosto 06, 2005
Alboadicto?
No tengo recuerdos en mi frágil memoria del momento preciso en que nació mi adhesión por el gran equipo de fútbol que viste camiseta blanca y pantalón negro, seguramente debe ser porque ocurrió en el momento mismo de la concepción, antes de siquiera de tener memoria. El responsable de esta maravillosa ocurrencia debe ser mi padre, quien queriendo o no, de seguro me traspasó ese gen albo que difícilmente algún científico logre un día descifrar, haciéndome heredero de uno de sus tesoros más preciados el cual es imposible valorar en alguna equivalencia material.
Es muy difícil poder expresar en palabras el sentimiento y pasión que despierta en su hinchada el Eterno Campeón, sólo tengo claro que los ideales de ir siempre adelante de forma aguerrida y con coraje aunque las condiciones sean adversas es lo que se le agradece y exige. Quizás esta sea la razón por la cual es tan popular, ya que refleja de buena forma el esfuerzo y trabajo de la gente humilde con la cual se le identifica. La alegría que entrega el Cacique a su hinchada cada vez que gana está muy bien reflejada en la frase “el té es más dulce y la marraqueta más grande” dicha por el “Zorro” Alamos, la cual si bien puede sonar repetida, no por ello pierde vigencia.
Yo tengo recuerdos imborrables de tardes de domingo disfrutando de la compañía de mi padre junto a una vieja radio escuchando la voz desgarrada del locutor relatando los partidos del Cacique. No era un momento de tertulia ya que los nervios no lo permitían, sino un momento de complicidad donde compartíamos infinitas emociones, las cuales se resumían al final en la alegría de un triunfo la mayoría de las veces y la rabia de la derrota las menos. Gracias a Dios mi padre pudo partir con la satisfacción de presenciar la gloriosa noche del 5 de Junio de 1991 lo cual sólo puede ser entendido por un hincha de corazón, es como si hubiera esperado el momento justo al ver cumplido uno de sus sueños más anhelados. Y como buen colocolino no partió cualquier día, sino que primero se dio el gusto de esperar un gratificante triunfo ante la U un día 13 de Octubre de 1991, el último partido que pudimos compartir y celebrar juntos.
También tengo muy marcado en mi mente aquella primera vez que junto y gracias a mi hermano Sergio tuve la dicha de ver al cacique en vivo y en directo, fue en el Estadio Sausalito de Viña de Mar. Me acuderdo que al ingresar al estadio cerca de la hora de inicio del partido quedé impresionado al ver el inmenso enjambre humano, un estadio teñido de banderas blancas, en el cual se podía apreciar una que otra mancha de color azul-amarillo.
Escribir sobre Colo Colo de seguro me puede significar muchas horas y este es sólo el comienzo. Ya vendrán nuevas páginas donde pueda relatar sobre este amor incomprendido para muchos, que por suerte he visto florecer en la savia nueva de mi familia.
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